Subrayados, X.

¿Cuál es, sin lugar a dudas, la función de un diario? Mantener una distancia ínfima pero estable entre uno y uno mismo, por ejemplo. Guardar las apariencias (en una caja fuerte y echar la llave al mar).

octubre 28, 2024

Por Javier Raya

¿Cuál es, sin lugar a dudas, la función de un diario? Mantener una distancia ínfima pero estable entre uno y uno mismo, por ejemplo. Guardar las apariencias (en una caja fuerte y echar la llave al mar). Sobre todo: registrar los cambios que se producen en uno mismo de un día para otro, como un médico que documenta los signos vitales de un paciente (que acaso ya no tenga cura).

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No sé para quien o desde dónde escribo estas notas, pero sé que necesito hacerlas, que hacerlo es importante, tal vez por una razón que he olvidado, aunque me sea imposible olvidar el fundamento de dicha razón. Escribir como un hábito, una necedad, una mala costumbre, un tic, un reflejo involuntario, un instinto de supervivencia, como gesto de insumisión frente al horror. Escribir porque sí: por chingar, simplemente por chingar.

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Quería que su novela tuviera la urgencia de una carta suicida y el encanto de una carta de amor, pero no logró despegar más allá de una carta de intereses moratorios por las licencias poéticas caducas.

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Los ataúdes son un medio de transporte: una máquina del tiempo, un refrigerador artesanal.

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El lenguaje humano es una unidad de medida. Una unidad defectuosa, ineficiente, caprichosa, vendida y comprada, es cierto, pero es la única medida de la que disponemos para medir aquello que sólo el lenguaje puede abordar (la trampa consiste en qué deja dentro y que permanece fuera, pero dentro y fuera son ilusorios).

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[Roberto] Calasso hablando de respondencias: “El todo resonante en la interdependencia universal, el rosario védico en las identificaciones; esto es aquello, qué es aquello, qué es esto, repentinamente calla. Ahora los nombres de los diversos hilos tejidos aparecen indiferentes, ocasionales, momentáneos.”

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Me encontré un par de textos que mandó Sebas desde diciembre. Me apena no haberlos leído y comentado antes, primero, por el vínculo de amistad, y después (tal vez deba decir “sobre todo”) porque son textos excelentes. Incluso sus libertades que vive como transgresiones, y sus “licencias” y ciertas ingenuidades dan cuenta de un margen propio que se busca reconocer para mejor ignorarlo. Volver extraño el margen —ahí el movimiento “neotropicalizador”— para desconocer su autoridad. Sebas reconoce el margen y lo señala como quien apunta con un dedo a la luna, dispara, y espera pacientemente a verla desangrarse sobre el lago.

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De las notas para ensayo sobre [Alan] Mills:

—El doble como distancia habilitadora entre el yo y uno mismo. El doble conserva la espesura del propio nombre pronunciado para nadie. Problema/tópico de la ficcionalización del nombre propio.

—Ajolote, jaguar, tecolote, tlacuache: el zodiaco maya y la escritura como gesto de un animal en peligro de extinción.

—Ciberespacio como alucinación consensual. Nada de esto es real salvo nuestro deseo de darle realidad.

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“Cuando digo: veo esta cosa, no interpongo una ecuación entre mí mismo y la cosa… En el sueño, en cambio, subsiste una ecuación. Las cosas que veo me ven como yo las veo.” —Paul Valéry citado por W. Benjamin.

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En las 12 horas que pasé con T. en el ministerio público tuvimos tiempo de hablar largamente, entre otras cosas, de los autómatas de cubículo: la ilusión es notable, pues parecen humanos aunque en realidad se trata de funciones administrativas encarnadas en un soporte orgánico, imbuidos en una inercia de procesamiento carbónico que sólo por analogía con los cuerpos humanos podríamos llamar vivos. Es fácil endilgarles adjetivos como milagros a las imágenes religiosas: grises, alienados, neutros, asépticos, inanes, anodinos, mecánicos, ausentes… La resistencia también consiste en permanecer anómalo en medio de una realidad de robots. Conservarse humano también pasa por pensarlos a ellos sin demeritarlos: son engranes y cada engrane es digno; la crisis de justicia, la crisis de confianza, la crisis de impunidad la viven ellos antes que nadie. A lo mejor no todos están pudriéndose por dentro en sus estaciones de trabajo. Mantener el ojo abierto para buscar retoños entre la podredumbre de la procuración de justicia.

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La escritura es el tiempo de la interrupción por excelencia; es la interrupción transformada en tiempo. Su disponibilidad es disposición de interrumpir todo lo que no sea producción de texto. Visto de ese modo, mi vida (quiero decir, mis cuadernos) han sido una serie de interrupciones: trechos ganados de soledad a la soledad.

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“Sólo podemos tocar los labios del otro con nuestros labios, sólo sobre el otro se puede colocar las manos en un gesto de bendición, elevarse activamente por encima de él, proyectándose plenamente sobre su totalidad, en todos los momentos de su ser, su cuerpo y el alma dentro del cuerpo. No me es dado vivir todo esto respecto de mí mismo, y no se trata tan sólo de la imposibilidad física, sino de la iniquidad emocional y volitiva de la orientación de todos estos actos hacia uno mismo. Como objeto del abrazo, beso, bendición, el ser externo, decantado del otro cobra consistencia material [ilegible] intrínseca para dar forma plástica y escultórica a un hombre dado, no en cuanto físicamente concluso y delimitado también físicamente en el espacio, sino como estéticamente perfecto y delimitado, en un espacio vivo del acontecer estético. Por supuesto es evidente que aquí damos por descontados los momentos sexuales que enturbian la pureza estética de estas acciones irreversibles: las tomamos como reacciones vitales artísticas y simbólicas hacia la totalidad del ser humano, cuando nosotros, al abrazar o bendecir el cuerpo, abrazamos o bendecimos el alma aprisionada y expresada por éste.”

-Mijaíl Bajtín (Autor y héroe en la actividad estética).

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Twitter como repositorio (o casa) de citas. Darse cita con los otros para comparar los apuntes de ruta respectivos, las notas de lectura, los acordeones para hackear el examen de la cotidianidad. Leer así permite leer desde y con el otro. Empaparme de sus intereses, compartir sus luchas y frustraciones, reírme de su risa. Divulgamos nuestros fragmentos, colocamos pistas (en ocasiones falsas) para seguir ciertos rastros que no llegan a ninguna parte, inventamos la esperanza y luego la destruimos. Ponemos sobre alerta a los otros de una parcela posible de asombro, de conexiones oblicuas entre aspectos inconexos. Para mí Twitter siempre se trató de leer (y cada vez se trata más de eso). Ternura de los que creen que la literatura en Twitter es seguir las cuentas de novelistas y “escritores”. Sobre todo: Twitter será valioso en la medida en que podamos exponernos a nuestra propia autocrítica en público. No perder de vista, sin embargo, que se trata de empresas privadas: lo que llamamos “redes sociales” son campos de juego privados. No se tiene derecho a las redes sociales (por más que defendamos el derecho a la información libre) por el simple hecho de que son operadas por empresas privadas; tenemos tanto “derecho” de estar en redes sociales como derecho a estar en un restaurante o en un supermercado. El consumo no es un derecho, pero sí puede ser un arma política (ahondar en esto).

Publicado en Posdata en el año 2021.

Imagen: Gioele Gatto | Pexels

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