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Subrayados, VI.

Un pedazo de palabra o de carcajada. Nos reímos con la voz también: la risa es elocuencia sin palabra. Rió su río. Su cauda recaudó.

junio 20, 2024

Por Javier Raya

Deben ser unas 200, 300 personas, todas ruidosas, todas enfrascadas en su tema, sentados en las bancas o tumbados en el piso, parvada de adolescentes, post-párvulos picoteantes, y entre el piar y el trinar: la voz de P. La escuché desde la escalera, aunque apenas hablaba. No pensé nada, sólo la escuché, o algo en mí dijo: su voz. Un pedazo de palabra o de carcajada. Nos reímos con la voz también: la risa es elocuencia sin palabra. Rió su río. Su cauda recaudó. Callando, dejó el hueco de su palabra trinando en el ruiderío como un sombrero atropellado.

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Cuando no me encuentres búscame en el zoológico. Me voy por ahí tomándole fotos imaginarias a las personas que van a ver los animales. Me voy de safari a cazar personas. No me provoca ningún placer ver a los simios, ni a los camellos ni a los tigres, eternamente echados como alfombras de lujo; el león siempre es decepcionante, es menos león que león pintado, como se dice, y la familia de los cérvidos me deja indiferente. La naturaleza ya no es natural. Lo salvaje no se deja atrapar: escapa antes de la domesticación. Entonces la gente les inventa lo salvaje para no decepcionarse, y encuentran motivos de admiración al verlos agonizar en el cemento. Desde mi camuflaje mental, les disparo. Tan bestias y tan generosos, inventándose una naturaleza para estimar la medida de sí mismos. La “naturaleza” es el único depredador.

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“Haz que sientan a Dios, el mudable, en el río, el león y la flama”.

-Samuel T. Coleridge.

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Releo apuntes de adolescencia, porque es la época en que tenemos todo más claro y donde tenemos menos recursos para decirlo (a menos que seas Rimbaud). Al problema de lo nacional, así, en su cubículo abstracto, lo resuelvo de dos brochazos: o buscamos reapropiarnos del concepto de nación y de los símbolos que hemos crecido respetando pavlovianamente, o inventamos otro concepto más abarcador y hospitalario, sin multiculturalismos ni falsas globalizaciones del prejuicio, sino más bien reconociendo lo extranjero en uno mismo, lo otro en lo propio. El chiste no era solamente “yo es otro”, allá, más allá, sino “este, tan otro, también es yo.” A partir de entonces recuerdo poco y todo me pareció, de una forma u otra, secundario a ese hecho fundamental: comparto mi vida con uno que es radicalmente otro sin dejar de ser yo. Da como para quedarse despierto toda la noche dándole vueltas o para olvidarlo de inmediato. Pero cómo olvidar que aquí adentro (por poco) no hay nadie.

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El fin del mundo no como culminación, sino como interrupción.

No como devastación, sino como acción de interrumpir.

De oprimir un interruptor. De romper una forma del mundo para siempre.

El problema es que a la mañana siguiente hay que recomenzarlo todo a partir de pedazos sin relación entre sí. Sin saber qué ocurrió. En un jardín sin Historia. Con una costilla al lado en forma de mujer. Con una compulsión adánica por ladrarle a las cosas hasta hacerlas desaparecer. Con hambre de cualquier cosa. El fruto más insípido basta.

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Tólstoi llevó un diario de los 18 a los 82 años, más tiempo del que permaneció casado.

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“Rimbaud, a principios de mayo, se hizo pasar por francotirador para obtener ayuda.”

-Noël Richard, Profils Symbolistes.

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Me mudo en unas cuantas horas y no he empacado nada. Tampoco es que haya mucho que empacar. Quisiera revertir todo esto. Quedarme: quedarme, incómodo y todo. Pero ya está hecho. Alea iacta est. La espada vuela sobre el río y se planta como un árbol de acero en la otra ribera. Es preciso el sí a lo desconocido. Llevo un poema de Isso como amuleto: “Del previo dueño/ conozco bien las marcas,/ su frío siento.”

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James George Frazer: “…sugerimos entonces que un tardío reconocimiento de la falsedad inherente a la magia y de su esterilidad puso a la parte más inteligente de la humanidad a meditar una mejor teoría de la naturaleza y un método más fructífero para aprovechar sus recursos.” Estamos a finales del siglo XIX. La respuesta moderna a la magia es el capitalismo, que todo lo engüye, todo lo transforma, y en ese sentido es divino como un dios.

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Dejar caminos sin andar no los elimina: los mata sin eliminarlos. Los vuelve caminos zombi —neurosis—, fantasmas, vueltas de lo que ya no es ni será.

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No exponer entusiasmo frente a gente que no sabe entusiasmarse. “Esconde a tu dios, esconde a tu diablo”, dice Paul Valéry.

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Voy a bordo de un carro de furia que no tiene frenos, y que si tuviera frenos no frenaría nunca, y que si frenara sería como si se moviera más rápido que antes. Y cuando quiero frenar choco en seco, todo se destruye, pero vuelvo a nacer y me incorporo justo en el lugar donde el choque ocurrió, y el carro loco de furia me persigue, no me da un minuto de paz.

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Noviembre de 2009. Aparecí en la tele. No quise verlo porque sólo hubiera pensado en todo lo que no dije y para qué. En realidad no tenía nunca que decir. Me preguntaron que qué hacía yo con las palabras y respondí que no sabía, porque las palabras son las que hacen cosas con nosotros. Dejaron fuera algo que iba por este lado y que era lo único interesante:

-¿A qué tradición perteneces?

-A la del libro que estoy escribiendo, o a la del último que leí, lo que ocurra primero.

-¿Pero qué lecturas te marcaron y de qué forma?

-No crecí con libros sino con revistas, con enciclopedias y videojuegos. El primer libro que leí probablemente fue El conde de Montecristo y aunque me “marcó” no me interesa escribir así. Lo que más disfruté leer fueron las Aunque usted no lo crea!, de Ripley.

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Sueño: un gigantesco circo de niños. Cada uno es un planeta, una estrella. Los malabaristas equilibran supernovas con las manos, los trapecistas son estrellas fugaces. Hacen formaciones como de baile, en varios niveles verticales, siempre ocupando todo el espacio. Tal vez haya que ser más específicos: el espectáculo mismo era el universo. Entre ellos, un niño pequeño que no tiene lugar. Las estrellas grandes se burlan de él. Empiezan a cantar “Blue Moon” con un arreglo muy bonito, pero cambiando “blue” por “new”. Entonces el niño se ilumina, se acuna y comienza a elevarse. Es una escena muy dantesca en el sentido de muy lógica, de que corre muy bien la programación teológica y las aritméticas musicales de las estrellas. Me desperté tarareando “New Moon”.

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[Sobre Giovanni Papini]

…Lejos de sus logradas pero repetitivas ficciones, de sus ensayos provocadores, creo que su talento estalla en El Diablo, escritos en un estilo que podríamos definir como “teología ficción”, y que le valieron el mayor —acaso el único— reconocimiento de su vida: la excomunión. (…) Me hace dudar de que haya mérito literario alguno en la constancia. De principio a fin escribió igual de bien e igual de mal. Su Hitler, su Picasso, su Einstein, su Gog, su Diablo, su Jesús: reescribió la historia universal en clave de caricatura, con su voz demasiado estridente sobrevolando el mundo con subtítulos a través de un trayecto disfrutable, sí, pero sin aspavientos, como cuando vemos pasar los árboles desde la ventanilla, majestuosos y repetitivos.

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“Viajar de incógnito. Vivir tiempos clandestinos como forma fugaz de libertad, a falta de rostro.”

-Jeezrel Salazar.

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[Durante una migraña]

…Quiero pensar que me va a salir de la cabeza un poema, no importa que me quede el cráneo como un huevo roto. Que son dolores de parto cerebral, como cuando Atenea salió caminando de una grieta en la frente de Zeus, armada hasta los dientes, recién nacida. ¿Qué saldrá de la migraña de un ratón? ¿Una polilla? Mi cerebro es una serpiente de cascabel. Un nido de serpientes que no dejan de rozarse, y al rozarse cortan, porque están hechas de vidrio molido, sus escamas son navajas de afeitar. Mis ojos van a explotar. Que me hagan la cesárea del poema. Las convulsiones pépticas de un perro sarnoso tienen lugar tras bambalinas de mis globos oculares. El dolor está poblado de animales imposibles que levantan las crestas, los cuernos, las alas, y caen miserablemente como gallinas tratando de volar. Se mueve para recordar que está vivo, porque el dolor es de muerte.

*Texto anteriormente publicado en el año 2021.

Imagen: Golnar Sabzpoush Rashidi: PEXELS

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