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Side Effects

Podría decirse que Side Effects son tres películas, una tras otra, cuyos tonos son contrastantes a propósito, pero cuyo resultado final no sólo resulta ser decepcionante, sino que es una prueba más de que, tanto en cine como en la literatura, es un riesgo subordinar el discurso y la estética.

octubre 3, 2024

Por Daniel Espartaco Sánchez

Después de más de diez años de producciones irregulares por parte de Steve Soderbergh (Traffic, Erin Brockovich), la razón por la que decidí darle una oportunidad a Side Effects es porque hace poco compré en una mesa de rebajas en Walmart el DVD de Full Frontal (2002) y me gustó precisamente porque no era una maravilla sino un conjunto de historias muy bien contadas y llevadas a cabo sin mayor pretensión. Tengo una especie de debilidad por las películas de bajo perfil hechas con buena calidad, y nada disfruto más que encontrarlas en descuento en una pila de DVDs en liquidación. Y por eso, en la cola del cine, decidí que podía arriesgarme con Side Effects (aunque era magra la oferta de ese conjunto de salas en un centro comercial de Altavista), a pesar de que unos días antes, David Miklos, un amigo, me había dicho por Twitter que esta película lo había decepcionado. Digamos que  ahora he aprendido a la mala a no desconfiar de los juicios de David cuando se trata de cine y de cerveza.

         Sin embargo, Side Effects podría entrar en la categoría que yo denomino “Buen churro palomero”, del los cuales Hollywood está cada vez más escaso, de no ser porque es una película que pretende ir más allá del relato policiaco que finalmente resulta ser, y estas pretensiones no están del todo claras, o bien están en función de crear la típica historia cuya eficacia se basa en el giro, más que en el discurso o en la legibilidad final del filme. ¿Es una crítica a la psiquiatría norteamericana, ahora exportada a todo el mundo y acogida de buena gana en México? Una legión de consumidores de Flouxetina y Paroxetina entre los 20 y los 40 años lo confirman. ¿Es una crítica a la industria farmacéutica? ¿O a la sociedad de consumo tratada una vez más a través del trillado recurso de mostrar la alienación en la que vivimos? ¿O simplemente se trata de un historia policiaca que pudo haber sido inteligente? No, es simplemente una historia policiaca que pudo haber sido buena de no ser porque el tono de la primera parte resulta ser más contundente, aunque nada original, que el desarrollo ulterior.

         Podría decirse que Side Effects son tres películas, una tras otra, cuyos tonos son contrastantes a propósito, pero cuyo resultado final no sólo resulta ser decepcionante, sino que es una prueba más de que, tanto en cine como en la literatura, es un riesgo subordinar el discurso y la estética, al giro; es decir: lo que pretender ser la sorpresa final que sacuda a una audiencia cada vez menos educada en materia de cine. En primer lugar está la larga primera parte realizada de manera muy efectiva en donde se describen los “problemas psiquiátricos” de una mujer, Emily Taylor (interpretada por Rooney Mara), cuyo marido acaba de dejar la cárcel (Channing Tatum), procesado por tráfico de influencia.  Al ver esta primera parte (y por supuesto, sin saber lo que ocurriría), no dejé de pensar en el gran libro de William Styron, Darkness Visible (1990) (que leí un par de meses atrás), cuyo origen es una conferencia para el Johns Hopkins, y en donde se habla de la depresión aguda que el autor sufrió y que lo llevó a planear su suicidio. Ignoraba que el libro sería parte de la trama de la película. Creo que muchos espectadores podrían sentirse conmovidos con esta primera parte, a pesar del tratamiento esquematizado, de manual, de la sintomatología, y de la pretendida crítica a la psiquiatría. Hasta este punto, debo decir que yo estaba entusiasmado y pensé en que mi amigo se había vuelto muy exigente en materia de cine, si bien, como ya dije, la sintomatología parecía tomada del DSM (Manual de trastornos mentales), el cual yo leía cuando era un escritor veinteañero que soñaba con escribir una  novela. Pronto me di cuenta que usar este tipo de recursos en materia de literatura (y creo que también en cine) es hacer trampa, como leer los horóscopos para inventar personajes. En la segunda parte la mujer asesina a su marido durante un episodio de sonambulismo (aparentemente provocado como efecto secundario de un tratamiento farmacéutico, de ahí el título del filme), y el psiquiatra, el doctor Jonhatan Banks (Jude Law), se enfrenta no sólo al escándalo público, sino que pierde su consulta.

         Esta segunda parte es la crítica, es donde aún no se define el género del filme. ¿Es sobre la ética psiquiátrica? ¿Insisto, una crítica a las farmacéuticas? Yo hubiera preferido ver un filme sobre un trastorno mental, pero una vez que Jonathan Banks es víctima de las circunstancias decide investigar más a fondo sobre el tratamiento y los antecedentes de la mujer (por supuesto, en Google, ¿dónde más?), para dar paso a una tercera parte y a una nueva muda de género hacia lo policiaco, y aunque este tratamiento es aún digno, choca sin duda con el realista y bien cuidado tratamiento de la primera parte. Misma que ahora nos parece demasiado larga, artificial, y carente de cualquier valor artístico; es la muda de piel de una serpiente, antaño tersa, ahora en estado de putrefacción. La conclusión final es abrupta y se vale de ya muy manoseados recursos. Una reseña no puede contar el final de una película, aunque algunas veces den ganas de hacerlo sólo para evitarle al espectador pasar por lo mismo. Sólo me gustaría agregar que la actuación de Catherine Zeta-Jones no sólo es más que predecible, sino vulgar. Cuando salí del cine sintiéndome más que timado, lo primero que pensé en llegar a casa fue escribirle a mi amigo por Twitter y decirle, tenías razón, sin embargo, preferí escribir ésta reseña.

Side Effects | Dir. Steve Soderbergh

Estados Unidos (2013)

  • Texto publicado originalmente en posdataeditores.com, en el año 2013.

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