Por Daniel Espartaco Sánchez
Has una lista de todo aquello que no te guste o te parezca risible: el lenguaje incluyente, el reguetón, el transgénero, el género fluido, los millennials, los centennials, Belinda —que en sí ya es una categoría de odio—, el blackfishing, el 90’s Pop Tour, las boy bands, la corrección política en general; todo lo que odiaría un hombre blanco de mediana edad. Luego escribe un guion lleno de chistes, júntate con unas productoras whitexicans —¿hay otras?—, véndele el producto a los desesperados ejecutivos de Netflix y entonces tendrás Technoboys, una propuesta ¿actual?; una parodia ¿social? tan “chistosa” que ninguno de los potencialmente ofendidos podrán sentirse ofendidos. Sin embargo, hay que ver este producto como síntoma de “ese algo” indefinido que flota en el ambiente que pocas veces notamos a pesar del olor fétido que despide: una especie de cinismo triste en un mundo despojado ya de budas y dioses; la reacción a los excesos de una época impregnada de odio y resentimiento.
Y si un espectador tiene la mala suerte, podría encontrar Technoboys en el catálogo y si, además, durante toda su vida ha tomado malas decisiones, como yo, le podría picar al botón de play. Porque Technoboys es el ejemplo perfecto de cómo una idea no muy original pero potencialmente divertida puede llegar a ser sumamente tediosa. Y seamos realistas, el trío Gatica-Méndez-Aldrete no son precisamente unos genios a lo Zucker-Abrahams-Zucker y se quedan muy a la saga del grupo de comedia Lonely Island (Schaffer-Taccone-Samberg), y tampoco creo que pretendan hacerlo, aunque la premisa de Technoboys es sospechosa mente parecida a Popstar: Never Stop Never Stopping del trío de Berkeley, pero región cuatro (¿todavía se usa esta expresión?, estoy tan fuera de onda), sin embargo, fue un buen intento. Si el resultado al menos fuera divertido… hay que saber discriminar, el que mucho abarca poco aprieta, y el problema reside en que Gatica-Méndez-Aldrete, el trío responsable de esta criatura de Frankenstein, no quiso dejar títere sin cabeza; quiso burlarse indiscriminadamente de tantas cosas que tal parece que en la escuela no les enseñaron a delimitar el tema. Pero bueno, es sólo comedia.
Luis Gerardo Méndez —cuyo crédito incluye la codirección— interpreta a Alan, el exlíder de una boyband famosa en los noventa con peinado a la Justin Timberlake, que después de una serie de fracasos artísticos, financieros y amorosos, decide volver a reunir a los Technoboys porque está obsesionado con Melena (Karla Souza), un trasunto de Belinda-Paulina-Fey-Patylú (you name it). Luego viene la fase del reclutamiento obligatorio en estas películas a calco de las norteamericanas (personalmente prefiero Shaolin Soccer de Stephen Chow) en donde se cumple el viejo adagio de no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después. Uno de ellos ya está calvo, sí, como Elías de Magneto, y es detective privado; otro obedece a los estereotipos de yogui new age y al de argentino; un miembro más ha decidido cambiar de sexo y el último es un regiomontano panista heteronormativizado que está en silla de ruedas. En resumen: un calvo, un argentino, una mujer transgénero y una persona con discapacidad entran a un bar, como en uno de esos chistes soeces que cuenta en Navidad mi tío Toño, el militante de El Yunque. Y que conste que yo quiero mucho a mi tío Toño, pero su sentido del humor deja mucho que desear. Y hasta aquí todo… ¿bien? Estamos frente a una parodia facilona que tiene la novedad de que nadie la había llevado a la pantalla antes. Con un humor apenas más sublime que de Eugenio Derbez, vienen toda clase de chistes sobre el lenguaje inclusivo y la identidad de género, sobre el 90’s Pop Tour —que sin duda es un espectáculo deplorable—, y más parodias de la farándula y de un montón de cosas más. Tal parece que había una especie de checklist que palomear, y que esa checklist era demasiado extensa. Disfruto mucho de esta clase de películas en donde la trama no es más que un pretexto para contar chistes, solo que en algún momento tuve la sensación de estar frente a la agenda revanchista de alguien, seguramente varón y heterosexual. Esto iba a ser otra tonta reseña de The Substance, pero se me atravesó Technoboys. Y ya con esta se despide la Bola en la ingle del año 2024. Nos veremos en enero con la esperanza de que Netflix le tenga un poco más de respeto al público mexicano.