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La Luz

Al aprender el lenguaje, al templarnos en sus laberintos, aprendemos lo necesario para representarnos a nosotros mismos..

octubre 15, 2024

Por Enrique Ruiz

Soy usuario de FB, pero sin presión o pretensiones, sin mucho ánimo; lo leo ocasionalmente, no doy likes, y creo que no he publicado algo en meses. No pienso tampoco que estar en la interfase FB sea una pérdida de tiempo, o que tenga vocación superficial o banal (esas y tantas cosas que dicen para estigmatizar sus alcances, sus funciones) tal vez solamente es que no logro sostener las conversaciones. Apenas hay algo que se dice, cuando ya hay otro y otro y otro que hablan casi simultáneamente, giros y giros de pensamientos y sensaciones, ideas y expresiones que compiten unas con otras, las empujan. Bajo esa premisa de interacción uno tiene que ser selectivo, urgente, comentar brevemente y abandonar, deslizarse entre el mar de noticias del estado de los seres, pues cada uno habla para ser escuchado, todos tienen algo que decir: algunos no pueden con su cuestión existencial, otros comparten lo que parecen ser novedades, otros reconstruyen su vida en un largo ensayo autobiográfico, otros se burlan y tiran mierda que da gusto, otros están asombrados, y así. Pero todos parecen tener claro que alguien los está leyendo (o mejor aún: escuchando). Es un horizonte abierto de conversaciones abiertas, fragmentadas, donde nada parece alcanzable. Podría ser lo opuesto a escribir palabra por palabra un párrafo, y otro y varios más, para intentar lograr un algo que pretende tener la unidad de un discurso, el cerco de un asunto, una verdad mas o menos dibujada. No obstante, en ambos casos, el ser que somos está presente-ausente. No hay esa diferencia entre ambos, aún cuando en el primero el ser se expone a si mismo por fragmentos, y en el segundo se muestra entretejido a lo que escribe linealmente. Ambos, y ninguno, revelan el todo del sujeto, por intento de exposición o por ocultamiento.

Todas las palabras se refieren a lo que somos, no es casualidad ni elocuencia; lo que decimos sirve como construcción para señalar lo que nos sucede, y también para ocultar otras cosas que nos acontecen, para desviar la atención. Al aprender el lenguaje, al templarnos en sus laberintos, aprendemos lo necesario para representarnos a nosotros mismos con ciertas palabras, pero del mismo modo aprendemos a «tapar el sol con un dedo». Las palabras evocan el ser que somos, que fuimos, que hemos sido; las palabras nos desesperan, nos aburren, nos inundan, nos impactan, algunas cuando son usadas de manera vacía para hablar por hablar, en actos repetitivos, y otras cuando intentan nombrar lo no-nombrable, cuando resultan deficientes, limitadas, pobres… Estamos atrapados en medio de este fuego cruzado: detestamos las palabrerías insulsas aunque nos refugiamos en ellas, y por otra parte, nos frustra no poder nombrar lo verdaderamente importante de la condición de nuestra existencia. El lenguaje es el logro de lo humano, pero es limitado para decir lo que dice. Eventualmente nos permite evocar con debilidad lo que pretendemos decir.

Un texto académico también nos entusiasma porque parece bosquejar la comprensión de un plano «nuevo» del ser humano, o de las cosas y las circunstancias en las que vivimos, o bien la descripción de una intersección entre las relaciones, las tensiones, las intensidades, las leyes físicas y sociales. Otras veces es una metáfora que, precisamente porque no dice lo que dice, nos permite bordear un poco el vacío que buscamos llenar con el uso de las palabras. Aquel que escribe en FB, o aquí en Posdata, ¿a quién le escribe? Hay casos para cada caso. Eso marca una diferencia en el tono y en el contenido de lo que se dice. El hecho es que en cualquiera de los casos lo que genera este decir palabras disparatadas / divertidas, o bien argumentos políticos / académicos, son el intento de aproximarse a lo que el si mismo (el sujeto que escribe) es. No se puede decir con plenitud pues flota, se desliza entre recuerdos, percepciones, conceptos, fantasías, reclamos, deseos, miedos.

Quien escribe un libro lo hace pensando en un formato, una cierta trascendencia y permanencia de lo escrito, y quién escribe en FB, lo hace entendiendo que, en ese formato, su presencia es efímera, volátil, virtual. Esa pretensión es parte de lo que se revela para el sí mismo. En este sentido uno escribe como también se comporta en la vida real. Hay parquedad en unos, chismorreo en otros, emotividad, ira, elocuencia o racionalidad, etc. según sea la forma de la que se reviste la naturaleza humana de cada quien. El mayor defecto de FB (según los quejosos) es su parloteo. Y al mismo tiempo esa es, creo, su mayor virtud, pues permite operar sobre ciertas zonas de la subjetividad, y facilitar encuentros que de otro modo podrían no estar listos, abiertos a realizarse. Dicen que así sucedió en Egipto, como algo inesperado, no planeado, a partir de una intranquilidad latente que encontró camino en las redes sociales electrónicas. Esa interacción opera como un catalizador de alta velocidad, esa es la novedad, mientras que la prensa y la televisión ahora parecen reaccionar limitadas por su propio proceso de mediación. Las redes intervinieron en la designación de Obama para la presidencia norteamericana, y también fue el modo en el que el empresario Lorenzo Zambrano calificó de cobardes a los que buscaban huir de Monterrey en uno de los momentos álgidos de la narco violencia. No hay certidumbre aún; lo cierto es que hay una conectividad latente en las redes construídas en internet, que se activa bajo ciertas condiciones.

El pasado viernes 31 de mayo se llevó a cabo la tercera puesta del mercado de la Plaza de la Luz, fiesta ecocultural. La invitación circula por internet, y reune a quienes están enterados de otras acciones semejantes, como las de pueblo bicicletero. Es un evento desorganizado, divertido, y hay un reglamento sencillo acerca de los objetos que se pueden vender ahí: tiene que ser comida vegana, objetos artesanales hechos por ti mismo, ropa y otras cosas, evitando así que la parafernalia de objetos chinos o las sabritas con pepsi proliferen. La toma de la plaza se da por unas horas, aunque eso no impide que un puesto de tacos (de años) perviva en uno de sus costados. Por uno de los pasillos se instalan la comida casera, y por el otro los objetos de trueque o venta, mientras que al centro de la plaza se juega, se hace música, se ofrecen masajes, y se llevan a cabo otras actividades.

Lo significativo es que invoca y responde a una necesidad de presentarse, de reunirse, en un anhelo imposible de decifrar, que es lo mismo empatía que recuperación del espacio, diversión, gratitud, auto organización, y también oportunismo, parloteo, ansiedad… En su apertura a ciertas cosas, está la negación de otras, y en ello la afirmación de su formato, de su lenguaje, su afectuosidad. Tal vez porque se trata de un evento producido a través de FB + Twitter, los encuentros entre conocidos son frecuentes, y con ello la continuidad de una discontinuidad siempre vigente: «nos vemos al rato, ¿qué vas a hacer mañana?, tiempo de no verte, ¿qué haces?…». La cosa es que sucede algo atractivo, confuso, disparatado, algo que se quiere escapar de otros regímenes sociales, con lo difícil que eso es de conseguir. Uno no está excento de aquello a lo que pertenece, uno está adherido a costumbres y reglas, a paradigmas de intercambio, a constructos reconocibles. Eso es lo atractivo, me parece, una cierta sensación de que va a suceder algo; el desequilibrio posibilita un pensar y un sentir que emociona porque parece tocar lo elusivo de un deseo mas complejo. Aún cuando finalmente no suceda nada, el deseo que lo impulsa sigue estando ahí, a la espera de su realización. Por lo pronto hay una llamado a realizar el mercado cada 15 días, habrá que esperar para saber en que deviene.

¿Qué se puede decir desde el sí mismo? ¿qué es importante de decir? ¿a quién va destinado lo que uno dice o hace? Escribir una tesis, pronunciar un discurso, entregar una carta, enviar un mail, suscribirse a un grupo, en todos estos procesos hay una acto de construcción subjetiva que pretende nombrar algo, ya sea utilizando formatos dados, o explorando lo que es posible de decir con las palabras (y ocultar). En   http://thelistserve.com/   hay mas de 22mil lectores a la espera de lo que uno pueda decir de algo. Se trata de una plataforma de suscripción en la que diariamente se publica el mansaje de uno de sus 22mil lectores, quien ha sido seleccionado por la propia interfase, y es avisado con 48 horas de antelación para que prepare su discurso. No hay límites en extensión, y supongo que podría ser escrito en otro idioma diferente al inglés, aunque en el poco tiempo que tengo de recibirlo todos han utilizado este idioma imperial, y ninguno ha utilizado imágenes. En fin, todo lo que se pueda decir ahí es significativo, y al mismo tiempo resulta incompleto, o tal vez hasta inútil, pues se presupone que hay algo que se pueda decir. Las palabras, las limitadas palabras, ante tal cantidad de personas, pueden ser un obstáculo para atreverse a decir algo sobre la condición humana o sobre sus circunstancias. Hecho nuevamente de fragmentos, quizá el panorama de todos ellos, a la larga, pueda dejar asomar una débil idea de lo que está pasando, de las trémulas sensaciones o los fallidos intentos de reconocer algo en lo que se dice-hace y se deja de decir-hacer. El problema es, para mi, que son demasiadas conversaciones, demasiadas voces que tratan de decir algo, o tratan de ocultar algo; apenas inician un llamado a la conversación y otra, otras, atrás, al lado, enfrente, están pidiendo también ser escuchada, pensados, sentidos, convalidados.

Texto publicado anteriormente en posdataeditores.com

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