El triunfo de las Ferias de Arte 

La decadencia del Salón de París y la toma de la escena del arte por el mercado en el siglo XIX trajo como una de sus consecuencias un siglo XX lleno de rupturas y vanguardias. ¿Será posible pensar en una nueva era de agitación artística que desbanque a las ferias? 

febrero 4, 2025

Por Marcel del Castillo

Los espacios de exhibición colectiva como bienales, salones de arte o ferias son estrategias culturales de larga tradición y polémica. Dada su importancia para las artes y los artistas, requieren de una revisión constante y crítica, que no suele hacerse, pues sus realizaciones son más tareas rutinarias de instituciones culturales con poco interés en proponer nuevas investigaciones. Hoy en día, parecen formatos desgastados, aburridos, aspiracionales en términos de mercado, y especialmente inclinados al espectáculo y discursos poco propositivos. Lo que nos lleva a cuestionar su viabilidad y potencialidad para la cultura en la actualidad. En algunos casos lucen como vitrinas anacrónicas de ideas narcisistas y superficiales y por otro, un tianguis ‘elitesco’ de tendencias decorativas. 

Pero quizá uno de los aspectos más perniciosos sea cuando intentan cruzar la apenas visible frontera que separa el mundo del arte con el mercado del arte. Por ejemplo: Una bienal que se convierte en vitrina del mercado o una feria con pretensiones investigativas y discursivas. El cruce en sí no es peligroso, por el contrario, el asunto se torna sospechoso, cuando en ambos casos, es el mercado quien aspira a un dominio: hacerse del poder total de validación y de los discursos. 

Este entramado turbio no es nuevo tampoco. Si nos vamos a los orígenes, durante los siglos XVIII y XIX brillaba en París el salón de las bellas artes que invitaba y recogía la obra artística, especialmente pictórica, de los artistas del mundo. En sus inicios el objetivo de este encuentro era la muestra pública de los artistas graduados de la Escuela de Bellas Artes de París. Con el tiempo y a la par de los cambios políticos instituidos por la Revolución Francesa, se abrió al mundo, y convirtió al Palacio del Louvre en la capital mundial del arte. 

Una vez constituido como una fuerte institución, los intereses del Salón pasaron de manos entre distintas instituciones públicas y luego privadas que fueron virando hacia una correlación con el capitalismo, generando un mercado del arte competitivo dirigido por la Asociación de Artistas de Francia. Este giro sentenció el inicio de su decadencia y generó disconformidad de grupos artísticos que devinieron en otras gestiones que fueron importantes para la historia del arte como el Salón de los Rechazados de 1863, con la aparición de los impresionistas como figuras centrales. 

El salón funcionó entonces como contenedor de estéticas, escuelas y discursos que se enfrentaban a su tiempo, al público y a críticos, de donde surgían posibles tendencias y movimientos artísticos, para luego ser una vitrina de exposición y venta a un mercado creciente, donde la oferta siempre era superior a la demanda.

Para los artistas este encuentro sirvió como plataforma de difusión y visibilización de sus trabajos, así como el enfrentarse a la crítica especializada. Pero también como puerta de entrada a un feroz mercado del arte, al poder relacionarse con marchantes y galeristas, que devino en una suerte de segmentación económica de los artistas y reveló la precariedad como una constante en este oficio. Ya en este tiempo «La competencia, la masificación, las leyes anónimas del mercado se mostraban durante el siglo XIX más despiadadas cuanto mayor era el contingente social y cuando nuestro artista alude a la situación precaria de los artistas, se refiere precisamente a ese concepto que obligaba al artista a abandonarse a la suerte de su fortuna artística, solo e individualizado» (Ferrer Álvarez, 2008). Para la sociedad y la academia significó el epicentro de un mundo artístico cada vez más diverso y complejo. 

La institucionalidad cultural del siglo XX, más capitalista, industrializada y comunicada, tomó de esta experiencia la receta para constituir una red de bienales, ferias, convocatorias, salones nacionales y regionales de las artes que se mantienen hasta el día de hoy. Las más mediatizadas son la Bienal de Venecia, Sao Paulo, la Habana, Cuenca, Kassel y las ferias: Art Basel, Arco Madrid, Zona Maco, Frieze o la FIAC en París.   

Digamos que de aquella experiencia inicial se generaron dos rutas que surgen en paralelo: Las bienales y salones gestionados por entidades públicas y gubernamentales, como espacios propositivos de investigación y de diálogo, que apuntan al descubrimiento de lo contemporáneo, que entienden el arte como un valor social y cultural imprescindible, acompañado de artistas que renuevan los preceptos del arte, y por el otro, las ferias de arte constituidas como empresas privadas que crean, gestionan e impulsan un mercado de inversiones que presta más atención a las tendencias y estéticas dominantes que a propuestas desbordantes.

Caso mexicano 

En la última década, las ferias se han convertido en el centro de atención y fuerza de la escena del arte en la cultura mexicana, con cada vez más capital y tamaño. Las bienales y salones de arte, por otro lado, han quedado como ejercicio primario obligado institucional sin mayores aportes que ser un escenario opaco de las expresiones artísticas contemporáneas, cada vez con menos presupuesto, interés y espacio.  

De las pocas bienales que aún se siguen realizando a nivel nacional, debemos empezar con la de mayor trayectoria, la bienal gestionada y sustentada por FEMSA, la tercera empresa más grande de México, desde 1992. Esta bienal dejó atrás, en 2016, el formato de convocatoria nacional y se ha centrado en ser una plataforma curatorial itinerante 2. Su ejercicio sigue siendo el más relevante de las artes, puesto que no hay otro salón o bienal con los mismos alcances y presupuestos. Cada edición aporta investigaciones curatoriales, incentiva la producción de los artistas comisionados y hace lucir la escena en las localidades donde se realiza. En los últimos años ha estado en Zacatecas, Morelia y Guanajuato. 

De gestión pública, podemos resaltar bienales disciplinarias como la Bienal de Fotografía del Centro de la Imagen, la Bienal de pintura Rufino Tamayo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, cuyas convocatorias son nacionales pero limitadas a una sola práctica artística; la Bienal de Veracruz, gestionada por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Veracruz desde 2011, o el Premio Estatal de las Artes de Nuevo León realizado por Conarte, cuya limitante fundamental es que los participantes deben ser residentes locales. 

Debido a los escasos presupuestos y sus limitaciones estatutarias, estas bienales pasan desafortunadas por la escena cultural. Apenas encienden la curiosidad del medio artístico, por el tema competitivo, pero su impacto a una comunidad más amplia es escaso debido a su poca difusión e intención de los funcionarios y de los formatos en sí. 

Ante este desierto, las ferias de arte, que sí cuentan con un capital importante, así como apoyos empresariales y gubernamentales de envergadura, han venido a tomar el lugar e iluminar una escena artística proveyendo de entusiasmo, efervescencia, ampliación de públicos, oportunidades para artistas, y por su puesto, dinamizando el epicentro de un mercado del arte cuyo base indiscutible es la Ciudad de México. 

En este sentido, las ferias han desarrollado líneas narrativas diversas que también avivan al mundo del arte, para no dejarse desgastar. Por un lado, Zona Maco, la de mayor importancia económica, sostiene el modelo de showroom en un centro de convenciones, el formato más tradicional, con galerías y artistas internacionales consolidados y con gran impacto a nivel global. En ese mismo estilo la Feria Material busca tener su propia personalidad, apostando por propuestas artísticas y galerías más arriesgadas, un poco más al extremo están Salón Acme, que se apropia de un importante patrimonio arquitectónico de la ciudad, el cual interviene con artistas y galerías que pasan por procesos curatoriales, y Clavo, un espacio propositivo, también en un edificio histórico de la ciudad, configurado para artistas emergentes o mediana trayectoria y espacios alternativos de arte, que quieren mostrar y participar del mercado. 

Pero, más que las ferias en sí, el punto es que este dinamo ferial ha hecho mover hasta los museos y espacios institucionales de arte para que reagenden sus actividades en función de la semana ferial, exponiendo potentes proyectos. Al mismo tiempo, la escena experimental y alternativa, así como las galerías comerciales, se activan generando espacios de exhibición, conversación y encuentro en toda la ciudad. No hay forma humana que pueda acudir a todo lo que se genera. 

En definitiva, una gran fiesta que declara el triunfo de las ferias por encima de otras gestiones como motor acelerado de la escena del arte, tal como en el siglo XIX. Una celebración en la que ciertamente hay que tomar tragos cortos y lentos, sino queremos emborracharnos de estéticas elitistas en tendencia, frivolidad decorativa, snobismo y espectáculo narcisista. Es un encuentro al que debemos prepararnos con nuestras más agudas miradas críticas para prestar atención a discursos y producciones significativas. 

Por otro lado, que las ferias hayan usurpado el lugar de las bienales y los salones no es un buen síntoma. Es un fenómeno peligroso para el arte y los artistas, pues condiciona la creación y el conocimiento artístico únicamente al capital económico. 

La pregunta entonces es: ¿Cómo revitalizar las bienales y salones de arte para que generen un impacto contundente en la cultura? Me parece que requieren de una revisión profunda, revaluar el sentido curatorial, su potencia pedagógica y de generación de conocimiento, sus vinculaciones con la sociedad más allá del círculo artístico y, por supuesto, presionar al Estado para que disponga de mayores presupuestos para su realización y para su gestión expandida en la construcción de una relación con la comunidad más activa y beligerante. 

La decadencia del Salón de París y la toma de la escena del arte por el mercado en el siglo XIX trajo como una de sus consecuencias un siglo XX lleno de rupturas y vanguardias. ¿Será posible pensar en una nueva era de agitación artística que desbanque a las ferias? 

Marcel del Castillo es artista, curador y docente. Vive y trabaja en Monterrey. Sus prácticas artísticas son espacios de especulación y juego entre documento y ficción. En la actualidad su trabajo se ha enfocado en la representación de las vinculaciones culturales al agua en México.

Referencias: 

  1. Ferrer Álvarez, Mireia, (2008). París y los pintores valencianos (1880-1914) I.S.B.N.:978-84-370-7009-4 [Tesis doctoral, Universitat de Valencia]. Servei de publicaions, https://es.scribd.com/document/311950054/Salones-de-Paris 
  2. Femsa. (29 de febrero  de 2024). Prensa.  La Bienal FEMSA celebra tres décadas de existencia con la exposición 30 años en el mundo del arte. Una revisión de la Bienal FEMSA https://www.femsa.com/es/sala-de-prensa/comunicado/la-bienal-femsa-celebra-tres-decadas-de-existencia-con-la-exposicion-30-anos-en-el-mundo-del-arte-una-revision-de-la-bienal-femsa/#:~:text=La%20Bienal%20FEMSA%2C%20instituida%20en,certamen%20a%20plataforma% 20curatorial%20itinerante.

Imagen: Mali Maeder | Pexels.


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