El metal como estandarte de la crítica social

Es imposible hablar de metal sin reconocer su importancia como herramienta de protesta. En un mundo donde la injusticia sigue siendo moneda corriente, estas canciones nos recuerdan que no estamos solos, que nuestras luchas son compartidas y que siempre habrá una voz que grite lo que muchos quieren silenciar.

diciembre 14, 2024

Por Arturo Roti

Para muchos, el Metal es simplemente ruido, un pretexto para alzar los puños y perderse en la brutalidad de los riffs, o tal vez una forma de escapismo y diversión sin mayores pretensiones. Sin embargo, quienes nos hemos adentrado en este género sabemos que es mucho más que eso.

El metal no es solo música para romper cabezas o volverse loco en un mosh pit. Es una experiencia visceral, un canal para emociones crudas, y un espejo de las problemáticas sociales y políticas del mundo. Este género, tantas veces señalado como una mera rebeldía juvenil o ruido sin sentido, esconde historias de injusticia, críticas al sistema y profundas reflexiones sobre la condición humana. Es la voz de los marginados, de los inconformes, de quienes necesitan gritarle al mundo lo que otros prefieren ignorar.

En aquellos días en los que comenzaba a buscar mi identidad musical. Mi hermana y mi hermano mayor siempre ponían música en casa: Boston, Kansas, Creedence… Eran increíbles, sin duda, pero había algo que no terminaba de conectar conmigo. Era como si esas bandas fueran «de ellos», no mías. Me gustaban, pero no me sentía completamente identificado. Hasta que descubrí el metal.

Mi primer acercamiento al metal llegó con Judas Priest y su “Sin After Sin”. Ese sonido poderoso, lleno de energía y dramatismo, me atrapó. Pero fue con Metallica y su “Kill ‘Em All” cuando sentí que no solo escuchaba música: me sentía parte de algo. Ese álbum era brutal, intenso, y hablaba con una rebeldía que resonaba en mí, esa misma rebeldía que todos llevamos dentro cuando somos jóvenes. No solo era música más fuerte; era una declaración de libertad, una invitación a cuestionar y desafiar el mundo.

De ahí en adelante, el metal no solo se convirtió en un género que amaba, sino en una forma de entender y enfrentar la vida. Al explorar más profundamente, descubrí que se trataba únicamente de riffs incendiarios y voces potentes. Muchas de estas canciones hablaban de algo más grande: injusticias, guerras, corrupción, desigualdad. De pronto, el metal dejó de ser solo entretenimiento y se convirtió en una forma de protesta, una voz para los que no la tenían.

Anthrax: el inicio de una rebelión sonora

Fue en la secundaria cuando me encontré con Anthrax, y escuché «A.I.R.» por primera vez, fue como un golpe directo al alma. Esa mezcla de furia, riffs veloces y un mensaje de liberación personal me capturó por completo. «Adolescence in Red», como lo sugiere su título, se siente como un grito visceral de alguien luchando por romper las cadenas de la opresión emocional y social. Para un adolescente lleno de dudas y rebeldía, esa canción era más que música; era un llamado a resistir y encontrar fuerza en uno mismo. Así fue como Anthrax entró en mi vida: sí, como una banda más de thrash metal, pero sobre todo como una fuerza de cambio.

Fue una etapa en la que mi sed de música nueva era insaciable. Lo que me atrapó de ellos además de su sonido thrash, que era rápido y demoledor, fue su enfoque lírico. Anthrax no se limitaba a los temas típicos del metal, sino que abordaba cuestiones sociales y políticas de una manera que hacía eco de mis propias inquietudes. Canciones como «Indians», donde criticaban el trato histórico hacia los pueblos indígenas, o «Keep It in the Family», que hablaba del racismo y cómo los prejuicios se perpetúan, me hicieron reflexionar sobre temas que hasta entonces no había considerado a profundidad.

Y luego estaba «Belly of the Beast», una canción que me estremeció al tratar sobre los horrores del Holocausto y cómo estos actos de crueldad no deben olvidarse. Anthrax me mostró que el metal no solo podía ser un vehículo de furia y energía, sino también de conciencia y educación.

Otros referentes de protesta en el metal

A medida que me adentraba más en el mundo del metal, me di cuenta de que este género no solo era un escape, sino también una forma poderosa de alzar la voz contra las injusticias sociales y políticas. Encontré bandas que usaban su música como una herramienta de protesta, un medio para canalizar la frustración y el enojo hacia un sistema que muchas veces parece desmoronarse ante nuestros ojos. 

Con Sacred Reich, su canción «Surf Nicaragua» ya me hablaba directamente. Desde el primer momento, supe que había algo más allá de esos poderosos riffs. Este tema era una crítica feroz a las intervenciones militares de Estados Unidos en Centroamérica, particularmente en Nicaragua durante los años 80. Había algo increíblemente sarcástico en el título, pero la música era un grito de resistencia, una llamada a cuestionar las decisiones de las grandes potencias. Luego llegó «The American Way», y todo cobró más sentido: una reflexión cruda sobre cómo el “sueño americano” era más bien una fachada de desigualdad, consumismo y corrupción. Era imposible no conectar con esa crítica al egoísmo y la hipocresía de la sociedad moderna.

Por otro lado, Testament mostraba que el metal también podía abordar temas de conservación y el futuro del planeta. Su canción «Greenhouse Effect», del álbum Practice What You Preach, me abrió los ojos a la problemática del cambio climático mucho antes de que se volviera una conversación masiva. La letra es una advertencia desgarradora sobre cómo la avaricia humana está destruyendo nuestro entorno, mientras los poderosos miran hacia otro lado. Testament no solo me hablaba de problemas globales, también tocaba fibras personales con temas como «Native Blood». Este himno, incluido en Dark Roots of Earth, trata sobre el orgullo y la resistencia de los pueblos indígenas. Lo que lo hace aún más especial es que el propio Chuck Billy, vocalista de la banda, tiene raíces nativas americanas. Su interpretación está impregnada de autenticidad, como una declaración en contra de siglos de opresión y discriminación.

Incluso en canciones como «The Legacy», Testament explora las consecuencias de nuestras acciones y cómo las generaciones futuras tendrán que lidiar con los problemas que hemos creado. Es un llamado a la conciencia, una súplica para cambiar el curso antes de que sea demasiado tarde. Todas estas canciones, y muchas más dentro del metal, hicieron comprender que este género tiene una capacidad única para ser más que música: es protesta, es resistencia, y es una forma de canalizar nuestra frustración hacia un cambio positivo.

El metal siempre ha encontrado la manera de darle voz a las injusticias y cuestionar el status quo, y grandes bandas como Metallica, Sepultura y Megadeth no han sido la excepción. Con Metallica, canciones como “…And Justice For All” donde el tema es un alegato contra la corrupción del sistema judicial y la desigualdad, con una furia que se siente en cada riff y palabra. Por otro lado, Sepultura puso en el mapa las luchas de su Brasil natal con temas como “Refuse/Resist”, un grito de protesta contra la brutalidad policial y la represión en un país en crisis. Y  Megadeth, con canciones como “Peace Sells”, que, con una mezcla de ironía y rabia, cuestiona el capitalismo, la política exterior de Estados Unidos y la apatía generalizada en la sociedad. Estas bandas, cada una desde su perspectiva, me mostraron que el metal no solo es entretenimiento: es una plataforma para alzar la voz contra las injusticias y conectar con un sentido de resistencia colectiva. Por supuesto, dejamos fuera muchas otras bandas y temas que también han marcado un camino de protesta en el metal, porque este es un tema inagotable. Desde Slayer hasta Nuclear Assault, pasando por Kreator y Sodom, el género sigue siendo una fuente inagotable de críticas sociales y políticas, demostrando que el metal es una voz poderosa que cuestiona, resiste y enfrenta las problemáticas del mundo.

El metal como herramienta de protesta

El metal, para mí, se convirtió en un espacio donde podía canalizar mis emociones y cuestionar el mundo que me rodeaba. Crecí escuchando sobre la generación de los años 60 y sus canciones de protesta, de cómo el rock se convirtió en la voz de la contracultura. Pero lo que encontré en el metal fue algo más visceral, más directo. El thrash metal, en particular, hablaba el idioma de mi rabia juvenil. Era música que no solo criticaba el sistema, sino que lo hacía con una energía que no dejaba lugar a la pasividad.

Es imposible hablar de metal sin reconocer su importancia como herramienta de protesta. En un mundo donde la injusticia sigue siendo moneda corriente, estas canciones nos recuerdan que no estamos solos, que nuestras luchas son compartidas y que siempre habrá una voz que grite lo que muchos quieren silenciar.

Hoy, cuando vuelvo a escuchar esas canciones que marcaron mi juventud, no puedo evitar sentirme agradecido por haber encontrado este género que, más que un estilo musical, es una filosofía de vida. El metal me enseñó que no hay problema demasiado grande para enfrentar, que el sistema no es inquebrantable y que la música, con toda su fuerza, siempre será un arma poderosa contra la opresión.

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